«Cómo preparar con éxito un concierto o audición» de la mano de Rafael García

El pasado mes de noviembre, tuve la ocasión de acudir a la presentación del libro “Cómo preparar con éxito un concierto o audición”, que tuvo lugar en la biblioteca del Real Conservatorio Superior de Madrid.

rafaelgarciaRafael García durante una de sus clases

Rafael García, profesor de técnica Alexander en el Conservatorio Superior de Zaragoza y doctor en psicología, expuso las líneas generales de su última publicación, ante los numerosos e interesados discentes. El libro se divide en dos partes. En primer lugar, aborda los aspectos necesarios para implantar un estudio diario eficaz, basado en la preparación psicológica, de vital importancia para el intérprete. En la segunda parte trata las interferencias físicas y psicológicas que pueden aparecer en el momento de la actuación (temblor, rigidez, etc.).

Debemos plantearnos si usamos el cuerpo y la mente de la misma forma al estudiar que al actuar. ¿Respiramos igual? Sin duda, en la mayoría de casos, esta pregunta es retórica. Deberíamos aprender a destensar los músculos y mantener la conexión entre el cuerpo y la mente para así evitar en la medida de lo posible estas “interferencias”. Para ser capaces de acercarnos a nuestro potencial de rendimiento, transmitir y llegar al público, la pieza a interpretar debe llegar a ser una parte orgánica de nosotros mismos. Llegar a este punto requiere tiempo y esfuerzo.

Como dejó constancia García, la confianza en nosotros mismos no es espontánea, hemos de conquistarla. Mediante la psicología cognitiva podemos desarrollar habilidades y profundizar en aspectos interpretativos. El concepto de práctica deliberada está encaminado a obtener unos objetivos específicos. Hemos de adentrarnos en el mundo de lo artístico. La parte de nuestro cerebro que está pendiente de los movimientos quedará liberada tras la práctica, pudiendo centrarnos en detalles más musicales.

El método de estudio propuesto se compone de una autoevaluación centrada en los ámbitos: sonoro (afinación), corporal (movimientos libres, evitar la rigidez) y mental (actitud positiva o neutra y mantener la concentración). Otro punto importante es identificar los aspectos mejorables. Podemos tener en cuenta lo que Rafael denominó el “canon de excelencia”, reuniendo una serie de grabaciones, buenas versiones de intérpretes que tomemos como referentes, ideales a los que acercarnos y en los que inspirarnos.

Asimismo, si somos capaces de ser conscientes del momento en el que perdemos la concentración y aislamos los pensamientos que lo desencadenan, será mucho más fácil “corregirnos”. Como diría Mimi Zweig, «los errores no son buenos ni malos. Son información. Deberíamos ser más neutros, no hacer juicios de valor unidos al componente emocional”. Existe una tendencia a “engancharse” emocionalmente al error. Nos repetimos mentalmente mensajes críticos y catastrofistas. Si conseguimos evaluarnos de forma neutra, constructiva, podremos evitar el nerviosismo. Hay que tratar de ver el error como algo a superar.

A partir de estas evaluaciones, aparecen los objetivos de mejora, que implican compromiso y revisión. Los objetivos, deberían ser sensatos, alcanzables y concretos. También la motivación juega un papel muy importante; si nutrimos nuestra mente de “éxitos conseguidos” conseguiremos activar los procesos de regulación del pensamiento. Al respecto, Rafael citó al célebre violonchelista Pau Casals, al que le preguntaron por qué seguía estudiando con noventa años. “Estudio porque siento que hago progresos”, contestó sabiamente. El sentimiento de auto eficiencia es muy gratificante, y deberíamos aprender a motivarlo en los estudiantes, especialmente en los niños.

Portada del libro

Concluyendo así la exposición de las ideas contenidas en la primera parte del libro, dio paso a un segundo bloque centrado en la preparación psicológica del intérprete.

Si tuviésemos que explicar qué es el rendimiento, podríamos plantear una sencilla ecuación:

Rendimiento = Potencial – interferencias.

¿Cómo podemos reducir estas inoportunas interferencias como la rigidez muscular? El estado de máximo rendimiento se alcanza cuando el nivel de activación físico y cognitivo es moderado y no nos encontramos nerviosos ni pasivos. La adrenalina en sangre genera una sensación de alerta que desencadena varios procesos, entre ellos el afán por triunfar, conectar con el público. En el otro extremo estaría la apatía, la incapacidad de comunicar a la audiencia. Hillary Hann afirmaba que «La adrenalina me permite estar calmada y atenta, concentrada».

Hay que tener en cuenta el llamado «fenómeno de evitación de síntomas aversivos»; cuando entramos en el bucle del nerviosismo y tememos quedarnos en blanco o fallar, estamos dando el poder a nuestros pensamientos y distrayéndonos del objetivo fundamental. Para escapar de esta espiral hay que localizar el antecedente de la emoción y concentrarnos en la respuesta emocional que realmente queremos dar. Deberíamos razonar y llegar a la conclusión de que el resultado final dependerá de la forma en que valoremos la situación. ¿Es un reto? ¿Puedo crecer ante la adversidad? .

Tal y como manifestó García, nuestro diálogo interno está regido por las estructuras de pensamiento que ponemos en marcha. Estas se componen de nuestras creencias, la actitud ante los retos, nuestras metas y juicios de valor. Las emociones positivas como la activación positiva (energía) nos aportan un mayor control sobre nosotros mismos, pero en contrapartida, el miedo nos desestabiliza. Hay personas más propensas a la ansiedad por diversos motivos, entre otros su elevado perfeccionismo: Pau Casals, María Callas o Jean Sibelius tuvieron dificultades para tocar en público.

Las variables situacionales también son determinantes: existen ciertos  estresores como la excesiva exigencia de obras para las que no estamos preparados, tener que hacer un solo o ser grabados. El equilibrio está en el punto medio entre la búsqueda de la excelencia (motivación y evitar el fracaso).

Tras la presentación del libro, tuve la oportunidad de entrevistar a su autor. Esto es lo que nos contó:

¿Cómo surgió la idea de escribir este libro?

Desde pequeño me interesó este asunto; mi padre era violinista en una escuela valenciana, pero él se formó de forma autodidacta. Observé la gran importancia de saber estudiar y motivar al alumnado. Afronté la tarea con muchas ganas e ilusión. Partí de mi tesis doctoral sobre procesos de regulación del pensamiento en músicos. He disfrutado mucho del proceso de escritura.

Como profesor, ¿cómo se ayuda a un alumno a preparar un concierto o examen?

Pienso que en cada clase hay que trabajar con una actitud sana, abierta y positiva. El objetivo es dominar la obra. El profesor tiene la llave hacia la mejora. Trato de evitar las actitudes hipercríticas, perfeccionistas y exigentes, que son semillas del pánico escénico. Hay que enseñar al alumno a enfatizar en lo que sabe hacer.

¿Qué aconsejaría a los jóvenes concertistas?

Que no descuiden el estudio. Desde las primeras fases deben plantearse que lo que están ensayando está pensado para ser oído por los demás, activando así los procesos de comunicación y expresión. Enfatizando lo positivo de una actuación, conseguimos olvidarnos de nosotros mismos, dejando a un lado la inseguridad. Podemos dirigir nuestras energías repitiéndonos mentalmente: “Si sale mal, el resultado no es representativo de como soy yo como músico ni como persona”. La visualización es un arma muy poderosa. Si conseguimos hallar el equilibrio entre la auto comprensión (¿qué me pone nervioso?) y la práctica (superar la tendencia al agobio). Nuestra mente logrará evadirse de los estresores y sus mecanismos de lucha o huida (sudoración, temblor…). Debemos tener en cuenta que estas reacciones son muy comunes y mediante la aceptación conseguiremos detener la “bola de nieve” de los síntomas aversivos.

¿Qué consejo daría a los estudiantes o músicos que estén pasando por una crisis personal y no quieran seguir tocando?

Han de recuperar y redescubrir el amor por la propia música. Recordando las emociones y sentimientos que han sido sepultados por decepciones. La música tiene esa capacidad de generar sentimientos positivos. La música es disfrute. Hay que encarar el rechazo, conocerse a uno mismo y buscar otros cauces; por ejemplo, el canto. Ensalzando lo que nos aporta personalmente más que la repercusión de la música, conseguimos una experiencia gratificante.

Sabias palabras las de Rafael García. Fue una suerte poder hablar personalmente con él y atender a la presentación de este libro que os recomiendo encarecidamente.

Amanda del Rey